Motivado por lo que consideraba una gran ausencia de textos que
enseñaran la realidad del país, desde muy joven se dedicó a escribir,
considerado “un prosista ameno, castizo y elegante”, según citas de
algunas publicaciones. Como resultado de estas inquietudes están Las
Monografías, artículos sobre flora e historia publicadas por el Concejo
de Sonsón en el Repertorio Municipal; Capiro, la primera revista
literaria de ese municipio, fundada por él; el Curso Compendiado de
Historia Natural, publicado en el periódico El Espectador, de Medellín.
Además fue colaborador de periódicos y revistas nacionales y
extranjeras, como Alpha, La Organización, Instrucción Pública, El Correo
Liberal, Vida Nueva, La Patria, Antioquia Industrial, Colombia, La
Mañana, La Voz de Aures, El Repertorio Americano y La Hacienda, de
Estados Unidos.
Entre sus libros se encuentran: Cuadros de la naturaleza, Curso
Compendiado de Historia Natural, Pequeñas monografías de minerales,
plantas y animales, El niño naturalista, Curso compendiado de geografía
comercial y la Flora Sonsonesa o colección de monografías familiares de
vegetales selectos, indígenas o cultivados en el municipio de Sonsón.
Este último es dedicado por don Joaquín “a la venerada memoria de doña
Victoriana Estrada de Velásquez, quien me enseñó a amar las flores”.
Fue
un sabio y un gran investigador. Hizo parte de la Academia de Historia.
Su calidad humana era tan conocida como su capacidad intelectual.
Alcanzó en vida un gran prestigio y popularidad. Al cumplir 50 años de
vida profesional, en
1925, los círculos gubernamentales, intelectuales,
científicos y cívicos le rindieron muchos homenajes, que el maestro
recibió con modestia y hasta con lágrimas.
Joaquín Antonio Uribe
murió en Medellín el 3 de noviembre de
1935. Como homenaje póstumo, la
Gobernación de Antioquia publicó en
1940 su obra La Flora de Antioquia,
edición dirigida, corregida y ampliada por uno de sus hijos, el
sacerdote Lorenzo Uribe, de la Compañía de Jesús.
En el preámbulo de su libro Flora sonsonesa, publicado en 1928, don Joaquín escribe lo siguiente:
“Hace
32 años que empecé a escribir las monografías que forman hoy la
presente obrita; la suspendí en 1901, no sé porqué motivo. Lo que puedo
asegurar es que no fue por dejadez o desapego mío, pues todas las he
escrito no sólo con la pluma, sino con mi corazón.
Este no es un
libro para los botánicos y otros hombres de ciencia. Lo es para los
labradores, los obreros, las gentes del campo, para los pequeños del
mundo intelectual (…) Nunca quise darle a este trabajo colorido
netamente científico, y escribí, sin reparos, sobre la planta que
primero se presentaba a mi vista o a mi imaginación, sin atender a su
conexión metódica con las anteriores o subsiguientes. Pudieran
compararse estos estudios a un ramillete, que formamos a medida que
recorremos un jardín”.
Es en homenaje a él, a su vocación
científica y a su empeño por poner el conocimiento al acceso de todo
tipo de públicos para su disfrute, que nuestro
Jardín Botánico lleva su
nombre,
Joaquín Antonio Uribe.